¡Calla!
No turbes mi silencio con tu chapoteo
escandaloso de cisne moribundo,
no invoques fantasmas de un pasado
que ya no te pertenece,
no busques en mis ojos otra imagen que la tuya.
¡Calla y álzate!
Azota el aire y sobrepasa
esa larga noche presentida.
Deja atrás su densa y oscura amenaza,
renueva tu impulso, vence
a la plomiza gravedad que te reclama,
o abandónate ya,
renuncia finalmente y cae
como piedra emplumada,
húndete en la vieja derrota compartida.
Nadie se va a quedar para notar tu falta
ni el lento replegarse de tu alma.
No sufras, no me mires,
no temas que tampoco yo querré escuchar
el sordo desplomarse de tu cuerpo
y no te llamaré,
y no removeré el lodo tibio de tu charca.