Agua y alma

De nuevo viernes,
cangilón que asoma al brocal y se despierta.
De nuevo la tarde derrumbándose
en lentas polvaredas de cristales grises.

Ningún recuerdo para abrigar el alma,
ninguna mirada capaz de tenerse en pié,
resecos los pinceles,
gastados los colores,
roto el lienzo.

Y una vez más mi vieja huella
claveteando las tuyas en la arena.


La misma brisa llevándose
la misma melodía que de nuevo la armónica
entreteje de arrullados alientos,
el mismo sol desnudo ya de lanzas y de fuegos,
la misma gaviota persiguiendo
esa silueta que explora bajo las olas
y salta alguna vez
y se aventura un instante en el aire
como buscando su abrazo nuevo y leve.

Y una vez más mi vieja huella
claveteando las tuyas en la arena.


¿Por qué vengo?
¿Por qué este retorno mil veces consumado
a ciegos empujones de cosas y de mundo?

Quisiera colmar el vacío de mis manos
en tu rizada plenitud
y sólo encuentro ondulados hastíos
de luz plomiza y cenicienta.

Quisiera espolear mi rabia contenida
bajo tu frente erguida y poderosa
y sólo encuentro ondulados remansos
de agua cansada hiriéndose en las rocas.

Quisiera mecer una esperanza
en tu incansable carrusel acompasado
y sólo encuentro ondulados lamentos
de agua que renuncia y que se esconde.

¿Por qué entonces el regreso?
¿Por qué volver aquí a mirarte
si también vienes tú a morir un poco,
a olvidarte en un recodo de la tarde
de toda esa inmensidad ahogada en litorales?

¿Qué mágica verdad,
qué orden antiguo se agazapa
tras ese oscuro murmullo de agua y espuma?
¿Qué viejo aroma presiento todavía
debajo de mi paso y de tu entorno?
¿Buscaré en tu salvación la mía?

¿Mueren quizá esas olas en la arena?
¿No escucho su pulso subterráneo, su latir
claro de agua que gotea y de nuevo se incorpora
al ciclo irrefrenable que la devuelve al fluir
insospechado hacia lo incierto?

¿No abandonan su pasado de sal entre las piedras?


Sospecho que es éste tu secreto,
tu vasta palabra murmurada desde siempre,
el invisible puente que me tiendes
por encima de tu denso hastío
de blancas caracolas ausentes,
de negros paisajes sumergidos.

Y entonces,

¿Es posible el regreso?
¿Ya no eres prisionero de ocasos y de playas?
¿Puedo volver sabiéndote blando espejo
de húmedas cavernas ignoradas,
cristal y silencio
de profundas y cóncavas estancias?

¿Puedo volver sabiendo
que mañana serás velo de escarcha,
rumor de fuente,
quietud de lago donde aniden
los sueños y las brumas?

¿Puedo volver sabiendo
que está próximo el sol que te despierte
y te haga vapor de aliento liberado,
arrebol denso de cielos,
nube henchida,
lluvia al fin llorando en los cristales,
agua de nuevo
refluyendo a los ríos, regresando
a una oscura nostalgia de algas y de sales?