Juan ha muerto.
La frase suena entre los compañeros
como un disparo.
Se lo llevó una ambulancia hace una hora,
y acaban de avisar:
Juan ha muerto.
La noticia se difunde rápidamente
como un revoloteo de palomas negras.
Y ahora tristeza, alguna lágrima y palabras.
Palabras que dudan, palabras que explican.
Palabras que consuelan, palabras que sentencian.
Palabras en fin que arropan
y vuelven a coser ese terrible roto en la mañana
que ha sido tu muerte, Juan.
Después regresamos a las mesas,
el trabajo reclama de nuevo nuestra atención,
la rutina nos rescata de la pesadumbre,
de la inquietud dolorosa de tu muerte, Juan.
Ya hemos comenzado a olvidarte.