Juegos de lo real

No sé si recuerdas, Lucas, ese chiste gráfico que he tenido siempre junto a la mesa de trabajo hasta hace muy poco que he debido traspapelarlo (tendré que buscarlo, pero seguramente estará en ese libro de Platero que siempre tuve a mano junto al ordenador y que hace poco guardé en otro lugar). Era una viñeta muy simple donde aparecía un tipejo sentado a la manera india sobre un camastro, bastante despeinado y con barba muy crecida, con ojos de insomne o de alucinado, que confesaba su pequeño drama personal:


Lo recorté hace más de 30 años del suplemento dominical de algún diario donde entrevistaban a su autor, un tal Wolinsky, junto con alguna otra de sus viñetas.

Ayer, leyendo un artículo sobre el terrible atentado contra la editorial de la revista Charlie Hebdo donde asesinaron a la mayoría de sus colaboradores, vi ese mismo nombre en una de las víctimas y me pareció casual que dos dibujantes de distintas épocas compartieran ese nombre. Incluso pensé en la posibilidad de que fueran de la misma familia o que incluso este fuera hijo del otro. Luego, al leer que la edad de la víctima era de 72 años, sentí un escalofrío al comprender que eran la misma persona. Aquel admirado dibujante del que nunca más supe durante tantos años es el mismo que ha muerto ahora acribillado por las balas de un fanático enloquecido.

Y ahora he sentido esa tragedia todavía más cercana, como si hubieran matado a algún amigo lejano, como si el hecho de haber conservado tantos años esas viñetas hubiera establecido un lazo casi familiar entre nosotros y ese malogrado dibujante.